*** En la Escuela Nacional de Antropología e Historia se realizó un coloquio-homenaje a los pioneros del indigenismo institucional y la antropología aplicada
*** Sus descendientes recibieron los reconocimientos in memoriam, en el auditorio Román Piña Chan de la institución educativa, cuna de la antropología mexicana
En el 80 aniversario del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), ambas instituciones recuerdan con un sentido homenaje in memoriam la trayectoria y aportaciones de seis antropólogos indígenas, pioneros de la antropología aplicada en México y el indigenismo institucional, quienes, entre 1950 y 1960, a caballo y a ras de piso se dedicaron al estudio y reconocimiento de sus propios pueblos.
En el Auditorio Román Piña Chan de la ENAH, ante la presencia de familiares, académicos del INAH y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) recordaron el trabajo de Maurilio Muñoz Basilio, Pablo Velásquez Gallardo, Gildardo González Ramos, Ramón Hernández López, Floriberto Díaz Gómez y Luis Reyes García, en un coloquio dedicado a sus aportaciones y del indigenismo del que fueron impulsores.
Paloma Bonfil, coordinadora nacional de Antropología, en representación de Diego Prieto Hernández, director general del INAH, dijo que para la Secretaría de Cultura del gobierno federal y para el INAH, este coloquio “es un sencillo y merecido reconocimiento a un grupo de destacados antropólogos indígenas que se preocuparon por el pasado y el presente de los pueblos originarios de México.
“Es también una oportunidad para reafirmar la alianza imprescindible de las instituciones con los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas en la salvaguardia de su riqueza cultural”.
La antropóloga señaló que es momento de pensar qué significa, dónde está y hacia dónde van la antropología aplicada y el indigenismo institucional, cuando 12 por ciento de la población mexicana es y se reconoce indígena, y 1.6 por ciento se considera afrodescendiente y ha logrado su reconocimiento, así como ante los viejos y nuevos desafíos que representan las realidades diversas y desiguales de cerca de 15 millones de personas, en términos de salud, pobreza, alimentación, vivienda, educación, justicia, participación política y toma de decisiones.
“Los seis homenajeados, además de extraordinarios antropólogos fueron miembros de generaciones para las que la educación superior era un círculo aún más cerrado de lo que sigue siendo actualmente, quienes imprimieron a su trabajo la huella de su propia identidad”, dijo Bonfil.
Maurilio Muñoz Basilio (1922-1981) fue profesor y antropólogo otomí. Aprendió a hablar español, inglés y francés. Salomón Nahmad, investigador del CIESAS, lo describe como: “Un antropólogo social aplicado y comprometido con los pueblos originarios de México, con quienes trabajó incansablemente; cuando fue vocal ejecutivo del Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital, en los años 1973-1974, confrontó con las fuerzas políticas más rudas de México, con los cacicazgos de su región.
Pablo Velásquez Gallardo (1920-1994) fue profesor purépecha, normalista bilingüe, egresado del entonces Departamento de Antropología del Instituto Politécnico Nacional, el cual más tarde se convertiría en la ENAH. Fue un notable recopilador de materiales antropológicos y defendió la vigencia de una cultura purépecha. Entre sus textos sobresalen los dedicados a la tierra, la familia, los ancestros, las creencias sobrenaturales, los poblados, la comunidad y la tradición y “el costumbre” del puréecherio.
Gildardo González Ramos (1926-2011) nació en Patamban, pueblo purépecha. Entre sus obras está Memorias de un purhépecha. Indigenismo y antropología social, la cual analiza las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de los indígenas de México, especialmente del grupo étnico al que perteneció. También fue militante político, trabajó directamente con Vicente Lombardo Toledano en las campañas para la presidencia de la República del Partido Socialista, entonces el más importante de la izquierda.
Ramón Hernández López (1923-2015), maestro rural mixteco. Fue el primer jefe de la Sección de Educación del Centro Coordinador de las Mixtecas, en Tlaxiaco, Oaxaca, y en la década de los sesenta dirigió los centros coordinadores de la Mixteca Alta y de los Mixtecos de la Costa en Jamiltepec. También fue director del Centro Coordinador de La Montaña, en Tlapa, Guerrero, y promotor de la educación en zonas indígenas. Defensor de la educación indígena y fundador de las escuelas radiofónicas, cuya principal misión era alfabetizar a los mixtecos y extender la educación elemental a través de este medio de comunicación.
Floriberto Díaz Gómez (1951-1995), antropólogo mixe, activista social, intelectual y “traductor intercultural” del ayüük, como llaman los hablantes de mixe a su propia lengua. Propuso la categoría de ‘comunalidad’: Expresa principios y verdades universales en lo que respecta a la sociedad indígena, la que habrá de entenderse de entrada no como algo opuesto, sino diferente a la sociedad occidental […] Sin tener presente el sentido comunal e integral de cada parte que pretendamos comprender y explicar, nuestro conocimiento estará siempre limitado”. Él empezó a formar al actual director del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, Adelfo Regino.
Luis Reyes García (1935-2004) era nahua, etnólogo y maestro en ciencias antropológicas, egresado de la ENAH. Teresa Rojas, investigadora del CIESAS, lo define como un “innovador pensador nahua, investigador comprometido con la búsqueda del conocimiento del pasado de los pueblos originarios de México y con la formación de intelectuales indios, quien abogó por sacar de la invisibilidad histórica y simbólica a los grupos étnicos mexicanos”. Fue el hacedor del Programa de Etnolingüística, primera apuesta de la antropología por la profesionalización indígena y el reconocimiento horizontal del saber de las lenguas vivas, bajo la cual se formó a cerca de 100 profesionistas. Trabajó con Paul Kirchhoff, creador del concepto Mesoamérica, y fue investigador del CIESAS. Su trabajo no ha sido divulgado.
La ceremonia tuvo seis momentos de gran emotividad, cuando, luego de cada lectura sobre la trayectoria y herencia de cada uno de los intelectuales indígenas, sus familiares fueron llamados al estrado para recibir el diploma correspondiente. Con emoción y algunos con la voz entrecortada, agradecieron el gesto de la ENAH.
El antropólogo Salomón Nahmad Sittón, coorganizador del Coloquio Homenaje a los Antropólogos Indígenas, comentó que estos ilustres hombres representan, por un lado, el trabajo de campo comprometido y brillante; por otro, la labor de la posrevolución para formar a los jóvenes de la década de 1940, en la nueva escuela de antropología, dentro de un Estado que buscó crear una nueva idea de nación y fortalecer las raíces de identidad.
Cuando se haga la revisión histórica del siglo XX, en el campo de la antropología, dijo, tendrá que consignarse que no sólo se trabajó en crear el Museo Nacional de Antropología o la publicación de tanto material bibliográfico, sino también en el trabajo de campo y la antropología aplicada en favor de los pueblos originarios. Se creó todo un ambiente de cambio social.
Hay ciertas corrientes antropológicas que aseguran que los indígenas nunca participaron en el indigenismo mexicano, lo cual es falso, dijo Nahmad, tras referir que éste ha sido muy recriminado porque venía del aparato estatal, “pero lo que no se toma en cuenta es que en esa época todos los antropólogos éramos del aparato estatal, no había un antropólogo que estuviera fuera, porque todos trabajábamos en la ENAH, el INAH, el Instituto Nacional Indigenista (INI); era otra época”.
“La ENAH nunca ha formado antropólogos de derecha, todos salíamos con un pensamiento progresista, de avanzada. Había un espíritu de transformación y el INI aparecía como la vanguardia del indigenismo latinoamericano y mundial”.
Actualmente hay cerca de 50 mil maestros bilingües en el país; los primeros empezaron en el INI, muchos de ellos formaron a los maestros bilingües de Chiapas, Oaxaca, la Tarahumara y, a su vez, fueron educados por los antropólogos que trabajaron en los Centros Coordinadores de la época del indigenismo y la antropología aplicada.
La realidad es que hasta ahora no se ha realzado la participación de estos intelectuales indígenas como deb
e ser. Esta es una buena oportunidad para que la ENAH junto con el INAH celebren a estos verdaderos trabajadores de campo que dejaron importantes aportaciones porque tenían una comunicación verdadera con su gente, las comunidades se acercaban a ellos.
Martín González Solano, el otro coorganizador del homenaje-coloquio y miembro del posgrado de Ciencias Antropológicas de la ENAH, destacó que el objetivo de este evento fue recordar la labor de estos indígenas, muchos de ellos egresados de la ENAH en los años 50, quienes luego se fueron hacer trabajo de campo al Centro Formador de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, y de ahí se distribuyeron a los Centros Coordinadores, es decir, “hicieron trabajo de campo a ras de piso, a caballo, en zonas indígenas, en condiciones muy desfavorables.
“Estos antropólogos eran de raíces indígenas, conocían la lengua, las regiones, las condiciones, y la forma en cómo hablarle a la gente y convencerla, en algunos casos, porque era importante involucrarse en el indigenismo institucional, convertirse en promotores culturales, y revisar prácticas agrícolas y de salud que los beneficiaran. Había una comunicación y confianza porque hablaban la misma lengua materna; compartían una cultura, una forma de vida y una visión del mundo.
“Estos hombres les dieron la confianza a las comunidades de que ellos también podían hacer otras c
osas, ya no ser el mozo, sino ocupar puestos políticos, ya que ellos no solo eran antropólogos de campo, sino directores de Centros Coordinadores, esto les daba la confianza de acceder a otros espacios, de participar en las políticas públicas en este indigenismo de las décadas de 1950 y 1960”, finalizó.